Alimentarse es un proceso vital para todos los seres humanos y consumir alimentos saludables es esencial para la salud, bienestar y desarrollo de las personas; es un derecho del que todos deberíamos gozar a plenitud. Sin embargo, el modo en el que se producen, elaboran, distribuyen y consumen los alimentos ha sufrido profundos cambios en las últimas décadas, trayendo consigo consecuencias que comprometen la salud de las personas y del planeta. Algunos ángulos de estas devastadoras consecuencias son: Desnutrición, sobrepeso, obesidad, cambio climático y pérdida de recursos naturales, así pues, para acabar con ellas es necesario transformar de manera profunda y constante los sistemas alimentarios.
A nivel global se ha favorecido la construcción de un sistema alimentario industrial; aumentando la producción intensiva de alimentos, el uso de pesticidas y maquinaria, la producción y disponibilidad de alimentos listos para el consumo y la transportación de alimentos en largas distancias. Este modelo ha logrado incrementar de manera significativa la producción industrial de alimentos en el mundo; sin embargo, también ha generado importantes consecuencias de salud, ambientales y sociales, aquejando de manera mucho más acentuada a sectores de por sí vulnerables como los niños, las mujeres y las comunidades con grados de marginación altos y muy altos.
En el medio rural, son notorios los procesos de desvalorización de la agricultura tradicional, la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los recursos naturales, lo que compromete la subsistencia de pequeños productores y campesinos; así mismo el aumento en la producción, disponibilidad y consumo de alimentos ultra procesados, de bajo costo y de bajo nivel nutricional, ha favorecido el desarrollo de enfermedades. Como consecuencia se ha elevado de manera significativa el número de personas en situación de inseguridad alimentaria y se ha incrementado la prevalencia de enfermedades relacionadas con la alimentación.
Este contexto, nos exige tomar medidas para transformar los sistemas alimentarios, e impulsar formas de producción, distribución y consumo más sostenibles, justas e inclusivas. Un sistema alimentario sostenible es aquel que busca lograr el acceso seguro y constante a alimentos y dietas saludables, al tiempo que limitan los impactos negativos en el ambiente y mejoran el bienestar socioeconómico. A través del respeto a la biodiversidad y los ecosistemas, al bienestar humano y a la promoción de la equidad social, se brindan alimentos limpios, culturalmente aceptables, económicamente justos, asequibles, nutricionalmente adecuados, inocuos y saludables, propiciando un equilibrio entre la integridad del medio ambiente y el bienestar social.
Para PRAE, promover sistemas alimentarios sostenibles resulta un compromiso primordial para la transformación de las comunidades; mismo que llevamos a cabo a través de la promoción de los Traspatios Holísticos, sistemas de producción familiar, basados en la utilización de insumos locales, de forma orgánica (sin uso de fertilizantes y químicos) e integral, logrando que las familias produzcan sus propios alimentos y adquieran una cultura del consumo responsable; siendo los procesos educativos la clave para lograrlo.
A través de actividades como talleres participativos y encuentros, se genera un intercambio de saberes impulsado por los agroecólogos comunitarios, quienes asumen el papel de “facilitadores” y generan discusiones de las problemáticas que las y los participantes de los grupos comunitarios (familias con condiciones de vulnerabilidad) viven y comprenden, pues se trata de su propia realidad. Temas como el territorio, la soberanía alimentaria, la contaminación y degradación de recursos, la pérdida del tejido social, son parte de las problemáticas en torno a las cuales se reflexiona y sobre las cuales se llevan a cabo prácticas transformadoras basadas en la agroecología.
A la par que suceden estos procesos de formación se impulsa la implementación de traspatios en los hogares, siguiendo un método que replica la naturaleza logrando producir muchos alimentos en poco espacio en función de las necesidades familiares, siguiendo algunos principios ecológicos como la regeneración de suelos mediante la doble excavación, la siembra cercana, la asociación y rotación de cultivos, el uso de semillas locales, el cultivo para la producción de composta y generación de carbono y calorías, y el cuidado integral. Con este método es posible obtener mayores rendimientos, además de que se enriquecen paulatina y sostenidamente los recursos naturales relacionados con la alimentación; aunado a ello, permite el cultivo de una gran diversidad de especies lo que enriquece las dietas familiares por lo que se favorece la salud y la nutrición.
Para completar los procesos de formación e implementación, se brinda un seguimiento puntual a cada uno de los traspatios familiares, mediante recorridos en los que se verifica el avance de los usuarios, y se dan recomendaciones particulares para la mejora de sus sistemas, promoviendo con ello el desarrollo de capacidades que se complementan con la intervención integral de otras áreas y programas como nutrición y salud. De esta manera PRAE siembra esta semilla de transformación en los sistemas alimentarios, para hacerlos más sostenibles y justos, logrando que las personas accedan a alimentos nutritivos, seguros y variados, producidos de manera responsable con el medioambiente y promoviendo la participación y colaboración, transformando la realidad de las personas más vulnerables a través de la alimentación.