Las abejas son uno de los insectos más antiguos de los que se tiene registro. Existen en el mundo cerca de 20,000 subespecies de abejas. Algunas han sido domesticadas por el ser humano y otras más se encuentran en estado silvestre distribuidas por todo el mundo. Estos insectos son considerados “sociales” por la compleja organización que desarrollan en sus colonias o enjambres y su existencia es fundamental para la vida del planeta entero.
Las abejas, se encargan del proceso de polinización en el mundo, del cual depende la supervivencia de todos los ecosistemas y de todos los seres que los habitan. Su valor esencial va más allá de que nos permitan disfrutar del color y aroma de las flores, sino que resulta esencial para la producción y reproducción de tipos diversos de cultivos, del crecimiento y dispersión de las plantas silvestres, para también sustentar la conservación y alimentación de la fauna y todas sus especies.
Además de ello las abejas contribuyen en gran medida a la alimentación y desarrollo de los seres humanos, debido a que cerca del 75% de los cultivos destinados a la alimentación en el mundo dependen de la polinización, por lo que podemos decir que las abejas constituyen un eslabón fundamental en la seguridad alimentaria y la conservación de la biodiversidad, contribuyendo a la nutrición y salud de los seres humanos. De igual manera, las abejas, constituyen una importante fuente de ingresos para la economía campesina; son un elemento importante del modo de vida campesino, además de que, en algunas comunidades, las abejas forman parte importante de la cultura y la cosmovisión. Su papel es vital en la seguridad y soberanía alimentaria de los pueblos, de las comunidades, en general para la población mundial. Sin abejas no hay vida.
Sin embargo, muchas de las actividades realizadas por los seres humanos ponen en riesgo a estos insectos tan esenciales que trabajan incansables en la interdependencia. Condiciones como la contaminación ambiental, que disminuye la calidad del aire influyendo directamente en el vuelo de las abejas, provoca su muerte, el calentamiento global del planeta aumenta las temperaturas, el uso indiscriminado de agroquímicos tóxicos, la deforestación, y el crecimiento acelerado de las industrias, han puesto en riesgo continuo la vida de la población polinizadora, particularmente de las abejas, por ello ha disminuido su supervivencia de manera drástica en los últimos años y quedando comprometida la vida en el planeta.
La ONU ha declarado el 20 de mayo como el Día Mundial de las Abejas, con la finalidad de sensibilizar a la población sobre las amenazas a las que se enfrentan y lo esencial de su contribución al desarrollo sostenible de planeta.
Para colaborar empecemos por reconocer su importancia y papel en la mejora de la seguridad alimentaria, la nutrición, la lucha contra el hambre, la conservación del medio ambiente, los servicios clave para la agricultura y participar activamente para exigir que se generen políticas y prácticas que garanticen su cuidado, protección y preservación.
Los gobiernos tienen la obligación de generar estrategias colectivas de cuidado del ambiente y de mejoramiento de los sistemas de producción, pero también cada uno de nosotros desde casa podemos contribuir a la conservación de las abejas.
Algunas formas para protegerlas son: cultivar algunas plantas en casa, principalmente aquellas que tengan flores son ideales para ayudar a las abejas; colocar pequeñas fuentes de agua con piedras o troncos pequeños, para evitar que se ahoguen y puedan beber e hidratarse; proteger los enjambres y evitar que sean destruidos; informar, comunicar y promover su relevancia con la familia, con amigos, vecinos y otros, para evitar acciones que afecten el medio ambiente que protege a las abejas y a todos los seres.
En PRAE reconocemos la interdependencia de todos los seres con la naturaleza, promovemos la implementación de sistemas alimentarios basados en la agroecología, producimos alimentos con sistemas sustentables sin usar agroquímicos, con lo cual se evita gasto energético y contaminación ambiental y al ser locales, no se requieren de largas distancias de traslado.
Generamos también ecosistemas diversos a través de los huertos y con ello promovemos, entre otras cosas, una cultura de reconexión con la naturaleza y de valorización de toda forma de vida.
No debemos minimizar los daños que estamos provocando en las abejas, porque en consecuencia también somos dañados y cada vez tendremos más efectos negativos para la supervivencia. La paradoja es que los humanos somos la solución, podemos conscientemente comprometernos a proteger y crear un mejor lugar para las abejas, mejorando las condiciones de vida del planeta.