A lo largo de nuestra vida tenemos oportunidad de tomar decisiones en favor de nuestras familias, de nuestros amigos y amigas, y de nosotros mismos; sin embargo, a veces son pocas las ocasiones que aprovechamos para ello.
El voluntariado entendido desde la visión institucional de PRAE, tiene como razón de ser el poder facilitar (de manera organizada, metodológica y planificada) las expresiones más solidarias del accionar humano desde la voluntad innata y bondadosa, de dignificar los propios procesos de desarrollo en las personas, niñas, niños y adolescentes, en los diversos contextos de participación. Esto significa que, ante la unión de esfuerzos, logremos ser parte de los demás a través de la mejor versión de nosotros mismos, pero siempre con la convicción de poner en práctica lo que nos gusta hacer y lo que sabemos hacer; de tal manera que podamos sentirnos útiles, capaces, generosos e interconectados compartiendo con el otro y aprendiendo desde la experiencia de los demás.
El voluntariado mantiene una de las formas de retribución social más significativas, ya que pone en acción valores como el compromiso, la solidaridad, la empatía en el ejercicio libre y autodeterminado. No es tarea fácil, más bien es una tarea compleja pero compasiva; llena de oportunidades de crecimiento humano. Si se direcciona de manera adecuada, hasta es crecimiento profesional; pero sin olvidar que es imprescindible retomar siempre los procesos directamente relacionados con el servir al otro con amor y voluntad, buscando su bienestar.
A nivel comunitario, al voluntariado podemos mirarlo como una forma de facilitar las tareas en común, de organización y trabajo en equipo. Es con base en esto que podemos mencionar cómo en la comunidad de Cuacuila se realizan diversas actividades que tienen que ver con el ser voluntario como participar en las faenas que principalmente llevan a cabo los grupos organizados, como el comité del agua, y los comités escolares (preescolar, primaria, telesecundaria, bachillerato y albergue). Así como autoridades de la junta auxiliar, como el comité de caminos. Dichos grupos acuden de manera regular y se involucran en las diferentes problemáticas y necesidades que existen para, en conjunto, dar soluciones.
De manera específica, tenemos la experiencia de Natalia Méndez Nájera, voluntaria en el comedor del Centro de Desarrollo Comunitario de Cuacuila. Ella es partícipe de varias actividades, que si bien forman parte de la dinámica de esta área, le han permitido mirarse y reconocerse hoy día como una mujer que contribuye con el bienestar de cientos de niñas, niños y adolescentes de Cuacuila. Se suman a esto sus aprendizajes en las áreas de autocuidado y el manejo higiénico de los alimentos, por lo que es reconocida por su familia, por sus hijos y por otras mujeres de su entorno, como una persona productiva y autosuficiente, que dignifica la forma de ver a las mujeres en condiciones de desarrollo adversas.
“El ser voluntaria en el CDC, ha impactado en mi vida personal, ha implicado hacer un cambio y ajuste a mi vida, pues yo había trabajado en la Ciudad de México y el regresar a la comunidad ha significado un desafío importante en muchos aspectos individuales y familiares, no encontraba mi rol y gracias a la oportunidad de colaborar con PRAE he tenido el aprendizaje en varios sentidos, desde el trabajar en mi persona, saber relacionarme con más personas, he podido reconocerme, y validar mis emociones, he aprendido a pedir ayuda y sé que PRAE es mi red de apoyo, pues me brindan las posibilidades para que mi familia y yo crezcamos acompañados de ustedes. Me he dado cuenta que el ser voluntaria es una manera de retribuir el trabajo que han tenido con nosotros y es lo mucho o poco que puedo hacer. Implica mucha responsabilidad estar en el comedor, pero me gusta saber que apoyo a la alimentación y salud de los niños y niñas de mi comunidad”
Felipa Pérez Quirino, voluntaria de agroecología, desde su experiencia, considera que:
“Realizar actividades que tienen relación con el campo es algo que me llama la atención y que me emociona, pues anteriormente (antes de ser voluntaria del CDC-Cuacuila) dedicaba mi tiempo solo a mis cultivos del campo, pero ahora, comparto los conocimientos técnicos que he adquirido con las personas de la comunidad”.
Para llegar a esta oportunidad de enseñar al otro a hacer lo que le gusta, tuvo que pasar por varios procesos de trabajo con ella misma, procesos para reforzar su autoestima y confianza, puesto que anteriormente se identificaba como una persona que tenía desconfianza de todos y que no veía su crecimiento personal. Hoy en día Felipa y Natalia son parte de este equipo, y de varios otros, en los que su convicción les ha servido para sumarse a todo tipo de actividades que complementan su formación, como estudiar la secundaria a distancia, acudir a talleres de padres y aprender a manejar nuevas tecnologías. Por esto y más, podemos hacer énfasis en que son mujeres en las que su comunidad confía, pues su participación en las diferentes actividades que llevan a cabo son muestra de su amor y respeto por quienes las ven crecer y transformarse cada día.