De manera muy general, los contextos educativos socialmente reconocidos se dividen en tres: educación formal, educación no formal y educación informal de acuerdo a la clasificación de Coombs y Ahmed que La Belle (1980) retoma.
Dichos autores definen la Educación Formal como “el sistema educativo institucionalizado, cronológicamente graduado y jerárquicamente estructurado que abarca desde la escuela primaria hasta la universidad” (1980, pág. 44). Es la que se conoce comúnmente como escuela y en específico, la escuela tradicional que busca centralizar no solo la información a transmitir, sino también el espacio físico en el que se llevarán a cabo los procesos educativos.
El segundo contexto, la educación No Formal según estos autores es “toda actividad educativa organizada y sistemática realizada fuera de la estructura del sistema formal (es decir, la escuela), para impartir ciertos tipos de aprendizaje a ciertos subgrupos de la población, ya sean adultos o niños” (1980, pág. 44). Remite a una serie de herramientas pedagógicas y contenidos que sobrepasan el currículo escolar pero que comparte con el primero de los contextos educativos, la característica del espacio físico.
Es en este contexto que los procesos de enseñanza-aprendizaje no persiguen una calificación aprobatoria sino un desarrollo de las habilidades del individuo acompañado de su humanización, de su formación personal. Todo esto se hace en un lugar (espacio físico) y en un horario determinado.
El tercero y último, la Educación Informal. Mencionan que es “el proceso que dura toda la vida, por el cual cada persona adquiere y acumula conocimientos, capacidades, actitudes y comprensión a través de las experiencias diarias y del contacto con su medio” (1980, pág. 43). Tiene como principal característica que, a diferencia de las dos anteriores, no cuenta con un lugar y tiempo específico para llevarse a cabo.
A pesar de clasificarlas por separado, La Belle asegura que no son irreconciliables sino todo lo contrario; tienen una relación tan estrecha que dentro de la educación formal podemos encontrar muestras de la no formal por ejemplo en las actividades extracurriculares en las escuelas de educación secundaria o preparatoria, así también, una iniciativa de educación informal y no formal pueden llevar al participante a vincularse con instituciones educativas formales; deben verse como elementos combinatorios y no como entes separados.
En PRAE se cuenta con programas educativos formales como son Preescolar y Primaria que cuentan con registro en el Sistema Educativo Nacional con una clave SEP, así como también programas No Formales como lo son Kokone Pakine (Niños Felices en la variante náhuatl de Cuacuila), Juega, Aprende y Te Prendes, así como Rehilete.
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Edición: Rocío Carrillo de Albornoz / Leticia Venzor
Referencias:
La Belle, Thomas (1980). Educación no formal y cambio social en América Latina. México: Nueva Imagen.