Equidad y género: Dos conceptos que se han vuelto comunes y constantes desde hace más de una década y representan además una oportunidad de lucha contra la inequidad universal; el Estado, las asociaciones civiles y los actores de la sociedad en general, han buscado insertar acciones que abonen a deshacer y desdibujar las brechas desfavorecedoras hacia los grupos más vulnerables.
En términos de equidad, el objetivo es otorgar oportunidades a quienes no las han tenido: víctimas de violencia, personas migrantes, niños en situación de calle, personas con discapacidad, personas en situación de pobreza; pero ha quedado un poco rezagado lo correspondiente al género y específicamente, la desventaja histórica que se ha reproducido hasta el día de hoy entre hombres y mujeres. En este sentido, el género entendido como “el conjunto de características sociales, políticas, culturales, psicológicas, jurídicas y económicas asignadas por sexo de cada persona” (Schreuel. 2003), se convierte en uno de los principales agentes demarcadores del desempeño y desarrollo de una persona en los distintos campos de la sociedad; empezando por la familia, pasando por las esferas culturales, hasta llegar a las aristas más específicas de nuestro desarrollo emocional. La visibilización de estos fenómenos da vida y coherencia a la amalgama llamada “equidad de género”.
Es evidente que constitucionalmente la equidad de género está bien representada (en la ley no hay una sola cosa que los hombres puedan hacer y que para las mujeres esté prohibido) pero podemos encontrar que el arraigo a ciertas costumbres pudiese poner en desventaja a las mujeres para tener un desarrollo pleno y equitativo, inclusivo en términos de participación y toma de decisiones. Este arraigo tiene lugar principalmente en zonas rurales, en donde se da una doble exclusión, por la pobreza en la que se encuentran y por la carga de estereotipos que existen entre el hombre y la mujer. Las mujeres no siempre gozan de los mismos derechos que los hombres debido a diferencias estructurales y a la distribución desigual de poder. Es indispensable que los hombres y las mujeres tengan igual participación.
En Proyecto Roberto Alonso Espinosa (PRAE), siempre se ha buscado la visibilización de los más vulnerables, y en distintas formas siempre nos volvemos a encontrar con el común denominador de que las mujeres y los niños son los más afectados en distintas problemáticas que existen en la comunidad.
Lograr la equidad de género es un reto, pero también es un pilar fundamental en la toma de decisiones para la elaboración de estrategias dirigidas a este grupo en situación vulnerable. En PRAE, específicamente el Centro de Desarrollo Comunitario ubicado en Zacatlán, Puebla, está integrado por 37% de familias del tipo monoparental femenino, es decir que es únicamente la madre quién se hace cargo en todos los sentidos de sus hijos. Para el caso de las familias nucleares, el jefe de familia en el 90% de los casos es el hombre, de igual manera se vuelve a tocar el tema por el riesgo de doble exclusión, ya que la mayoría de las comunidades que se atienden son comunidades rurales o semi-rurales.
¿Cómo lo visibilizamos? ¿Cómo lo atendemos?
La respuesta idealmente es simple: con la conjunción del trabajo de un equipo que actúa con el corazón aplicando todas sus capacidades profesionales con el objetivo del bienestar común; no hay dudas, solo la certeza de que todo el esfuerzo será un escalón más para el desarrollo de las y los integrantes de la comunidad con una comprensión común de proteger la dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente de las más desprotegidas.
Los profesionales de PRAE en pro de abonar a la equidad de género, dirigen sus acciones a través de estrategias específicas, aportan en procesos de acceso a la información, construcción de nuevos ingresos, acceso a la salud, empoderamiento en toma de decisiones, además de los vínculos y alianzas estratégicas que se pueden hacer con instituciones de carácter público y privado. Existen campañas de información y jornadas de salud enfocadas en la prevención, talleres sobre prevención de la violencia, talleres dirigidos a los padres de familia, grupos de traspatio que se han formado en el área de entorno para fortalecer el desarrollo y economía de las familias, además de diversos eventos con el apoyo de instituciones.
Estas acciones han ido encontrando sostenibilidad gracias al entendimiento paulatino de la comunidad por la distribución de cargas y beneficios, por el trabajo en conjunto que tienen con PRAE y sus familias, con su nivel de participación. A nosotros como profesionales nos deja un buen sabor de boca saber que poco a poco damos los pasos necesarios para posicionar con éxito a nuestras familias en temas de equidad de género, así juntos también vamos dibujando el futuro para las nuevas generaciones.
Cuando aumenta la equidad y la igualdad las mujeres y los hombres son más felices, son personas más sanas, con mentes más claras y vidas dignas, productivas, con hijos más felices, más libres, con mayor aceptación de la interdependencia que nos brinda la oportunidad de participar en el bienestar de los otros, la oportunidad de unirnos para lograr una mayor equidad de género hacia las mujeres.
Fuentes:
Michael Kimmel, sociólogo y profesor de la Universidad de Story Brook,
https://concepto.de/equidad-de-genero/#ixzz6xzhN7YBl