Las comunidades pueden ser entendidas como espacios geográficos, territoriales y sociales, en las que los individuos que las integran se sienten pertenecientes; mantienen una interrelación de mutua influencia y comunicación más o menos estrecha, además de compartir una cultura común, un modo particular de conducirse en la realidad circundante. Las comunidades suelen ser celosas de los principios que las identifican como tales, pues son éstos los que dan sentido a su existir; aspectos como apoyo comunitario, creencias religiosas, festividades, relación con la tierra y cosechas; uso y preservación de recursos bioculturales, entre otros componentes, suelen ser aspectos cohesionantes e identitarios. Sin embargo, también es cierto que los entornos comunitarios presentan vulnerabilidades para con sus habitantes, los cuales pueden ser identificados por áreas de salud, vivienda, alimentación y trabajo; o por sub grupos sociales de ancianos, adultos, mujeres, niños; en esta última clasificación, la población infantil puede presentar específicas condiciones de vulnerabilidad social; sobre todo porque aún se encuentran a nivel cognitivo y social, en un periodo trascendental para su desarrollo y estabilidad psicológica. Riesgos como violencia, deserción escolar, desnutrición, bajo rendimiento educativo, adicciones; son algunas de los riesgos latentes en la infancia que pueden estar presentes en la cotidianidad de las comunidades.
Ante estas amenazas, los agentes de cambio social como la Fundación Amparo, tienen la enorme pero también gratificante tarea de contribuir al bienestar de los entornos en donde crecen y se desarrollan las niñas y los niños.
En este sentido, PRAE apoya desde el área de Psicología en los psicodiagnósticos de niños y niñas, para diseñar y aplicar estrategias adecuadas a las problemáticas detectadas en los aspectos emocionales, prevención de conductas de riesgo en la adolescencia, apoyo, asesoría y consulta a las familias de los niños y niñas que fortalezcan la convivencia sana entre sus integrantes, propiciando un ambiente favorable de crecimiento. Se brindan talleres a las personas cuidadoras de estos niños y niñas en las comunidades; pues el trabajo con ellas repercute indirectamente en lo que dicen y hacen dentro de sus prácticas cotidianas, el buen trato, los vínculos afectivos y el fomento de autoestima; que dará los lineamientos a las futuras personalidades en los menores. El trabajo de Psicología no es aislado, ya que se apoya de otras áreas de PRAE; para lograr objetivos en las comunidades, como sucede con Entorno para talleres y atención psicológica y con trabajo social, para canalizar cuando se tiene presente que el caso requiere de apoyo de otras instancias y/o dependencias para la protección de niños y niñas en sus derechos, por ende, de su integridad. Hay disposición para la atención de infantes de la población cautiva en PRAE; así como también apertura para personas externas, pues el mayor interés es que exista una infancia “feliz”.
Referencias:
Krause, M. (2001). Entornos comunitarios: La responsabilidad de pertenecer y colaborar en la comunidad. Revista de Psicología de la Universidad de Chile, Vol. X, N° 2. Chile.