Esta etapa de nuestra historia se caracteriza por un crecimiento acelerado de la población y la concentración de la misma en las ciudades, lo que trae consigo diversos desafíos sociales, ecológicos, económicos y culturales. En este contexto, el principal reto es crear espacios dignos que garanticen que las condiciones básicas para la vida se cumplan, incluyendo la alimentación.
A los habitantes de ciudades, como la Ciudad de México, les resulta cada vez más difícil asegurar la disponibilidad y acceso a alimentos suficientes y de calidad, lo que hace suponer que la agricultura ha desaparecido por completo de los espacios urbanos y que sus habitantes dependen directamente del campo. Aunque de cierta manera es así, la agricultura es una práctica local y un componente integrado a los sistemas urbanos, hablamos de “la agricultura urbana”.
La agricultura urbana, se refiere al cultivo de alimentos y otros productos como plantas medicinales y de ornato, dentro de espacios urbanos de pueblos y ciudades. Este tipo de agricultura busca que las personas cuenten con mayor acceso a alimentos frescos, principalmente para el autoconsumo y generalmente es realizada en espacios reducidos como los traspatios, balcones, ventanas, jardineras, terrazas o azoteas a los que se les conoce como el sistema de huertos urbanos.
Un huerto urbano puede contribuir a enriquecer la dieta familiar, sin embargo, su función principal no es la de suplir la compra de alimentos, ya que los espacios reducidos no podrían ser el sostén alimentario de una familia, sin embargo, es un espacio en que se puede mejorar el acceso y la disponibilidad de alimentos, además de promover una diversificación de los hábitos alimentarios, lo que incide directamente en la salud de las personas.
Además de ello, en los huertos urbanos generalmente se aplican técnicas que ayudan a contrarrestar los problemas ambientales que de por sí sufren en las ciudades; como la aplicación de técnicas orgánicas, evitar el uso de herbicidas e insecticidas, el reciclaje de desechos para la creación de suelos vivos como las compostas, etc., recreando un ecosistema que se sostiene con la diversidad de cultivos y la rotación de los mismos, haciendo un uso sustentable de los recursos naturales y retomando los saberes y tradiciones ancestrales y locales.
Por otro lado, los huertos urbanos son un espacio idóneo para generar otro tipo de relaciones con nuestra familia, vecinos o comunidades, en donde se puede aprender a observar, facilitar y respetar los procesos naturales y a compartir conocimientos. Además de sus propósitos productivos, los huertos urbanos tienen un contenido educativo, lúdico y reconstructivo que permite fortalecer el tejido social, la solidaridad y el trabajo en equipo, involucrando a personas de todas las edades.
Los huertos urbanos contribuyen a reducir los gastos alimentarios de las familias, a aportar para su autoconsumo y promover la alimentación sana y el cuidado del medio ambiente, por lo que resultan una alternativa para hacer frente a los problemas socioambientales que nos aquejan.
En Proyecto Roberto Alonso Espinosa (PRAE), creemos que tener un huerto en casa es una forma de enfrentar las crisis actuales y luchar por la soberanía y seguridad alimentaria de las familias, comunidades y territorios. Cultivar nuestros alimentos, nos permite valorar la labor campesina, alimentarnos de forma saludable y construir comunidades más unidas.
En el Centro de Desarrollo Comunitario ubicado en la colonia Lomas de Chamontoya, se han empezado a desarrollar procesos de sensibilización en torno a la importancia de la alimentación a través de la agricultura urbana, promoviendo el uso sustentable de los recursos naturales y la adecuada alimentación, por lo que se espera que próximamente podamos iniciar con la implementación de huertos urbanos que nos permitan mejorar la alimentación así como el entorno de nuestras familias para contribuir a construir una comunidad más justa, comprometida y sustentable.
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Edición: Rocío Carrillo de Albornoz y Leticia Venzor
Bibliografía/Referencias: